El ayoreo canta, cuando su alma necesita decir algo, ya sea por dolor o por felicidad, porque el ayoreo suele oscilar entre estos dos extremos, entre el placer y la tragedia, así lo hizo siembre, aventurero, andante, rebelde, él para eso existe y él lo busca en su eterna caminata... ¿quién lo expulsó del paraíso?, y aquel río limpio y abundante en peces... ¿dónde está?, y aquella selva inmensa llena de petas, de tatús, con árboles sosteniendo el cielo, aquel cielo sin aviones, aquel aire sin smoke... ¿dónde está?.
La selva se derrumba, se quebra, se vende por retazos y hay alambrados por todos lados, todo es ajeno y hay que irse, ya no es permitido caminar la selva, ahora hay que andar el camino que el hombre blanco hizo, todos los caminos son una trampa, son como un embudo gigante que te arroja a la ciudad, a una ciudad cualquiera, llena de gente que camina hacia ninguna parte, gente con prisa, gente sin rostro, gente sin alma.
La ciudad... demasiado auto, demasiado ruido, demasiado coñone... ¿dónde irá el ayoreo a recolectar su comida?, ¿qué caminos andará para encontrar el placer?, ¿dónde está el paraiso ahora?.
El ayoreo canta en la ciudad y nadie escucha, la voz honda, las palabras monosílabas, la boca desdentada, los pies descalzos, el alma triste...